Por Iván Godoy*
Muchas personas me han consultado sobre qué hacer con los episodios de errores, caídas, fallas y fracasos al interior de las organizaciones. La respuesta es sencilla, pero compleja al implementarla: gestionar. Gestionar el fracaso quizá sea la mejor manera de enfrentarlo. Y esta gestión depende en gran medida de la cultura de la organización, sobre todo su orientación hacia el aprendizaje, el intraemprendimiento y la innovación.
Uno de los primeros pasos de un líder, para gestionar el fracaso, es confiar en la gente talentosa de su equipo, reconocer sus intentos por crear e innovar y que las fallas, si no son intencionales ni fatales, son pasos necesarios para el éxito. Es preciso incentivar una cultura interna orientada al fomento de la creatividad, al planteamiento de preguntas y la apertura pero también una sana actitud hacia el fracaso. Para ello, la autoevaluación debe ser continua, no solo cuando hay un problema, sino también cuando las cosas parecen ir bien. Se debe fomentar la honestidad en un ambiente de trabajo donde las personas confíen en la dirección y se sientan seguras de emprender. Así, se podrán prever las posibles fallas lo antes posible, luego descubrir por que fallaron y arreglar las cosas que no se pudieron prever. En lugar de ver las fallas como algo negativo, se deben reconocer los deslices iniciales como necesarios para obtener retroalimentación necesaria con la cual encontrar el desarrollo anhelado. Algunos sostienen que es necesario tropezar en el mismo sitio las suficientes veces para decir: ¿Qué es esto? Y darse cuenta que estamos frente a algo mucho más grande que debemos explorar. Esta curiosidad casi siempre nos lleva a innovar. Tengo un amigo consultor en Santiago que tiene otro punto de vista: ¿Por qué tropezar en el mismo error si hay tantos errores por cometer? De cualquier manera los tropiezos tampoco deben ser vistos como algo negativo.
Aceptar el fracaso no es fácil, y a menudo es costoso en términos de dinero y prestigio. El fracaso es doloroso y luchamos contra él, pero la organización que aprende sabrá gestionarlo y tornarlo modelos de aprendizaje que deben ser compartidos por todos en ella. Siempre hay que reconocer que algunas cosas no funcionan y que las personas necesitan confiar en que no se les catalogará como desastre profesional si han hecho bien su trabajo y entienden por qué el trabajo o proyecto no tuvieron éxito. Los fracasos no deben personalizarse a menos que sean el resultado de una mala ejecución o una falta de esfuerzo. Las personas deben esperar la responsabilidad sin ser acusadas o culpadas. No obstante, he aprendido que en la mayoría de las veces, los desastres no ocurren por un sólo hecho desafortunado y aislado, si no por una cadena de acontecimientos o fallas que generaron las condiciones para el desenlace final.
La organización que no comprenda los riesgos inherentes al emprendimiento y la innovación está en franca ruta de colisión con un fracaso mayor e inesperado.
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Iván Godoy Flores es consultor de empresas y de gobierno. Es Director Ejecutivo de G. Liaison Consultoría y Gerente General de Hub Chile Ltda.